“No es posible democratizar la
enseñanza de un país sin democratizar su economía y sin democratizar, por ende,
su superestructura política”.
José
Carlos Mariátegui
A la
luz de los resultados PISA cobran vigencia estas frases del Amauta JCM y nos
interrogamos:
¿Será
posible alcanzar la calidad educativa si el sistema contiene falencias
estructurales que lo impiden?. Creer que una mejora en
los puestos que ocupa el país (nuestros estudiantes) en las pruebas PISA de
Comprensión Lectora y Matemática implica una señal de que avanzamos hacia una
educación de calidad que forma parte de esa construcción que llamo “ideología
de la calidad educativa”. Me explico.
Veamos
la educación ha sido reducida, en la práctica y en la teoría, al concepto de
instrucción, de modo que ha perdido, su sentido más amplio y comprensivo. Por
definición, la educación es un proceso social, humano, cultural e histórico que
se da no solo en la “escuela” (denomiadas instituciones educativas), sino
también en los espacios semiescolarizados y no escolarizados, como la familia,
la comunidad, los medios de comunicación masiva (MCM) y la sociedad toda.
La
educación de hoy ha quedado restringida al dictado de clases y el espacio
escolarizado, que se dedica a impartir conocimientos previamente decididos y
programados sin tener en cuenta los intereses, necesidades y capacidades de los
educandos, niños y jóvenes, quienes no participan en la toma de decisiones
curriculares que les convienen y competen. En un proceso autoritario y
coactivo, los educandos tienen que adaptarse a esta especie de algoritmo
instructivo que es lineal, homogéneo, que no toma en cuenta las diferencias,
las capacidades individuales ni las variaciones psicosociales y
étnico-culturales.
¿Qué
hay de los derechos a la libertad, a la creatividad, a la originalidad, a la
comunicación, a la expresión y a la diferencia que pueden manifestar los niños
y jóvenes de la costa, la sierra y la Amazonía? Se asume y se supone,
falazmente, que todos los educandos y los docentes son iguales. Se pretende
estandarizarlos, homogeneizarlos; se los iguala, erróneamente.
A
esta realidad se agrega otro aspecto gravísimo: que la instrucción está
centrada en la lectoescritura y las matemáticas, y se deja en un segundo nivel
las áreas vinculadas a las ciencias biológicas, naturales, sociales, las
humanidades y las artísticas, que son más importantes para la constitución,
estructuración y desarrollo de la personalidad de los educandos.
Tampoco
se toman en cuenta los aspectos socioemocionales y psicomotrices de los/las
estudiantes. Es increíble, pero sucede. ¿Qué dicen los llamados expertos de la
educación? Que lo emocional influye determinantemente en el aprendizaje del
educando hasta el nivel de la educación superior.
Hasta
aquí podemos concluir que los desaprobados (“jalados”) son en primer lugar el
“sistema educativo” y quienes lo dirigen, lo gerencian o gestionan. Es el
sistema el que produce la baja o casi nula calidad educativa, y no los
educandos o los docentes. Porque, con respecto a estos últimos, es el sistema
el que los malforma, los deseduca, los maltrata y los culpa de la mala calidad
educativa. Esto solo puede ocurrir en el país de los zorros de arriba que
responsabilizan y culpabilizan de los errores que cometen a los hijos de los
zorros de abajo. ¿No es desde “arriba” que se diseñan, dirigen y gestionan las
instituciones de formación magisterial?
“En los últimos tiempos
se ha venido sosteniendo la “importancia de la educación en las políticas de
desarrollo del país”, pero esto ha quedado en simples enunciados y frases de
uso obligatorio para las campañas electorales o para las oníricas sesiones del parlamento,
sin que se observe, hasta la fecha, una auténtica salida a la crisis de la
educación en la que se encuentra actualmente.”
José Carlos Mariátegui
Es
necesario enfatizar este último punto. La mayoría de las facultades de
Educación y los institutos pedagógicos emplean el modelo de formación
magisterial tecnocrático, que entrena a maestros y maestras como técnicos
instructivos para trabajar principalmente el área intelectual como producto y
no como proceso heurístico e histórico. Muchos centros han retrocedido a la
educación de los años 60 del siglo pasado: instrucción escolarizada con niños
sentados con sus textos escolares, material estructurado, fabricado. Uno se
encuentra con escuelas donde los docentes del nivel Inicial no hacen que los
niños salgan de las cuatro paredes del aula (con excepción del recreo) para ir
a visitar, explorar, conocer, interactuar con las familias y las comunidades
circundantes con el fin de que realicen acciones educativas socializadoras, de
interacción con los demás (los padres de familia, los vecinos, los
trabajadores, los transeúntes; los carros, las carretillas, los semáforos y
otros), todo lo cual les daría seguridad, confianza, facilidad para
comunicarse, gusto de explorar, tocar, conocer el mundo social, relacionarse
con lo que los rodea y, a partir de ahí, los docentes puedan trabajar todas las
áreas de desarrollo articuladas, integradas.
En
la educación científica se repite el enfoque de la ciencia como producto
lógico-formal, con su método hipotético-deductivo, y así se deja de lado lo
heurístico, el contexto del descubrimiento, que, con los ejemplos y
experimentos adecuados, conducen al educando a la curiosidad, la exploración,
actitudes heurísticas, al pensamiento divergente, a la creatividad e
innovación. Esto sucede desde el nivel Inicial hasta la Universidad.
En
el ámbito del espacio educativo no escolarizado, la función de la familia es
muy importante cuando está bien estructurada, cuando existe un buen clima
familiar, una buena dirección y orientación axiológica, con técnicas de crianza
definidas pero, a su vez, flexibles. Desde finales de los años 80, las familias
se han desestabilizado, los padres se ven obligados a trabajar de 6 de la
mañana a 8 de la noche y dejar el cuidado y la educación de los hijos a
terceras personas: empleadas, abuelos, hijos mayores, otros familiares, etc.
Esta situación es producida sobre todo por el ensayo neoliberal, para cuya
matriz el ser humano importa básicamente como capital capaz de aumentar la tasa
de productividad. La persona humana es vista así como una mercancía con valor
de uso y valor de cambio. En otras palabras en el modelo neoliberal, “se
mercantilizan las relaciones sociales y las relaciones familiares. Se pierde la
magnitud y la intensidad de las relaciones afectivas y axiológicas entre padres
e hijos. Por tanto, el poder de la familia de influir en la educación de los
hijos disminuye drástica y radicalmente”. Se desestructura a la familia
como agente de socialización de los hijos. Esta situación produce una serie de
problemas intrafamiliares y educativos como los de bajo rendimiento y el “mal
comportamiento”. Los padres ya no tienen tiempo para atender a sus hijos, para
comunicarse con ellos, para jugar, y por eso en la escuela surgen los problemas
de desatención, falta de confianza, pobre autoestima o autovaloración.
Esta
situación familiar negativa influye en el rendimiento de los hijos-educandos.
¿Quién ha evaluado la influencia de esta situación en materia educativa? ¿Qué y
quién tuvo la responsabilidad de esta situación y del bajo rendimiento de los
educandos? Hay que tomar en cuenta que hoy en día tanto la escuela como la
familia están sometidas a las reglas y leyes inhumanas del pragmatismo
neoliberal.
La
influencia de los medios de comunicación masiva también es negativa, pues
transmite y fomenta conductas y valores mercantilistas, consumistas, individualistas,
egoístas, cosificantes; un culto hedonista al cuerpo y al placer por sobre el
amor y los valores humanos superiores. La pregunta es quién evalúa la nefasta
influencia de estos medios. Y quién evalúa su influencia negativa en el
rendimiento de los educandos o en el “logro de los objetivos de aprendizaje”
del Ministerio de Educación.
Finalmente,
a toda esta situación se agregan los bajos e indigentes sueldos de los
maestros, que se ven obligados a trabajar en más de un lugar, situación que no
va a mejorar sustancialmente con la última ley de formación magisterial.
Entonces,
la pregunta cae por su propio peso: ¿Es posible avanzar hacia la calidad
educativa cuando el sistema adolece de fallas estructurales? ¿Es posible hablar
de que tal o cual medida permitirá mejorar la calidad educativa mientras no se
haya decidido solucionar ninguno de los aspectos antes mencionados? Para el
Ministro Jaime Saavedra no hay solución a corto plazo, habrá que esperar dos décadas
para subir un poco en los resultados PISA, con ello quedra justificar su
inacción.
Si
nuestros niños de los primeros niveles de Educación Primaria mejoran en las
pruebas PISA en Comprensión Lectora y en Matemática, ¿podemos afirmar que vamos
camino hacia la construcción de una mejora de la calidad educativa?
Mientras
no se solucionen los problemas estructurales bajo los cuales se ha concebido y
constituido el sistema educativo (que está ligado a la construcción de una noción
falsa y manipulada de lo que implica un modelo de libre mercado), la palabra
calidad no será más que una utopía que seguirá formando parte de la “ideología
de la calidad educativa”. Una más de las ideologías imperantes.